Cosechás lo que Sembrás                       Carlos Campos Colegial

No tenemos que hacer nada. Llegamos a este planeta y encontramos todo hecho; jamás se nos ha encargado hacer una flor, ni siquiera una célula. Encontramos todo a nuestro servicio, y así será por siempre y para siempre.

Una segunda recomendación es: si alguna vez deben utilizar los servicios de un vidente, espírita, psíquico, hechicero, brujo o como lo quieran llamar, recuerden que están entregando poder para que ellos manejen su energía, sin importarles lo que les pueda venir en contra más adelante. Porque esto sí lo garantizo: todo en la vida tiene un precio. Nada es gratis. Aunque usted haya cancelado los honorarios convenidos, espiritualmente se crea una deuda kármica que se paga sí o sí, en esta o en otras vidas futuras.

Conocí en Barrancabermeja un caso muy especial que se me apareció de un momento a otro y seguí hasta el final. Había entonces un médico de La India llamado Robert Vishnu Guptra, y en su consultorio tenía un cartel que decía: "Curo definitivamente las siguientes patologías: ataques de epilepsia, psoriasis, culebrilla, mal de ojo y otras…". No me quedé con la duda, y un día cualquiera entré al negocio para indagar más. El doctor, bajo de estatura, de piel oscura y mirada penetrante, me recibió muy atento. Inicié la charla comentándole acerca de un padecimiento que Maureen Luz sufría muy a menudo, el cual la incapacitaban por varios días. Después de coordinar una cita para los próximos días, continuamos la amistad, que día a día tomó

31  

                        Cosechás lo que Sembrás                       Carlos Campos Colegial

un nivel de confianza lo suficientemente grande como para que yo estuviera presente en muchas consultas que él hacía, y según los pacientes, los resultados eran sorprendentes.

Una tarde cualquiera, mientras charlábamos animadamente, se acercó una señora que venía de San Gil, recomendada por una comadre a quien Robert había curado. Ella le comentó que el motivo de su visita eran los permanentes ataques de epilepsia: diariamente tenía dos episodios, uno en la mañana y otro en la tarde-noche, lo que hacía su diario vivir bastante incómodo y preocupante.

Robert se limitó a escucharla, preguntándole el nombre completo, fecha de nacimiento y el lugar donde pernoctaría esa noche. La señora le proporcionó los datos y quedó al pendiente para regresar al día siguiente a las nueve de la mañana, para saber si la curaría o no.

Así de radical era con sus diagnósticos. Me causó gran curiosidad por qué esperar hasta mañana y no darle la respuesta inmediatamente. Después que la señora salió, indagué a Robert al respecto y me contestó lo siguiente: "Esta noche viajo en astral al tribunal kármico a mirar qué puedo negociar por ella."

Su respuesta me causó mucha curiosidad y le pedí, si no era mucho pedir, que me ampliara un poco más esa información. Accedió y me comentó que la epilepsia tenía sus orígenes espirituales en vidas pasadas, y simplemente él se acercaría al tribunal kármico a tratar de cambiar la patología por otra forma de pago, si es que se podía llamar así.

32

                        Cosechás lo que Sembrás                       Carlos Campos Colegial

Eso aumentó aún más mi grado de curiosidad, y al día siguiente, muy temprano, estaba allí para informarme de primera mano sobre el resultado de la consulta. Me dijo que sí se pudo canjear la epilepsia por la pérdida de uno de sus hijos. La señora tenía dos hijos: el mayor era quien mostraba apoyo, le ayudaba con sus gastos y estaba muy pendiente de ella; el otro era un nini (ni estudia ni trabaja). El canjeado fue el mayor.

Esperé hasta que llegó la señora, quien muy contenta le comentó a Robert que ya era la hora y no había sufrido el ataque de la mañana. Robert la invitó a pasar y buscar en un cajón de su escritorio dos pepas redondas, de tamaño regular, de color azul cielo y dorado, que horas antes había depositado en medio de centenares de pepas de diferentes colores que allí reposaban.

Después de un buen rato, la señora las identificó y las separó. Robert le entregó un vaso con agua que tenía sobre el escritorio, asegurando que estaba magnetizada para ese momento y que, al ingerir las dos pepas junto con el agua magnetizada, jamás volvería a sufrir ataques de epilepsia.

La señora, muy agradecida, le preguntaba una y otra vez cuánto debía pagarle aparte de la consulta, que costaba cinco mil pesos, pero la respuesta de Robert siempre fue la misma, negándose a cobrar un excedente. La señora le prometió que su hijo mayor, que periódicamente viajaba a Barrancabermeja, le llevaría algún presente e informaría sobre la salud de su madre. Efectivamente, dos semanas después apareció el muchacho trayendo consigo un surtido mercado de frutas, agradeciendo de una y otra manera la cura total de su madre.

33

                         Cosechás lo que Sembrás                        Carlos Campos Colegial

Durante mucho tiempo, cada vez que debía realizar algún trabajo en Barrancabermeja, no faltaba con un detalle para Robert, hasta que un buen día desapareció por completo. Después de mucho tiempo, nuevamente recibió la visita de la señora, aún afligida por la misteriosa pérdida de su hijo mayor, y venía a donde Robert para conocer su opinión sobre lo sucedido meses atrás.

El se desplazaba de Bucaramanga a Barrancabermeja en su vehículo, acompañado de dos de sus auxiliares. El tráfico era muy escaso. De repente, en el horizonte apareció una tracto mula cisterna que se desplazaba muy despacio por su carril, al igual que el pequeño vehículo del muchacho. Justo cuando estaban muy cerca, una fuerza extraña levantó el automóvil y lo estrelló contra la parte frontal del gigantesco camión, falleciendo instantáneamente solo el conductor del automóvil. A los otros dos ocupantes no les sucedió absolutamente nada.

34

                        Cosechás lo que Sembrás                       Carlos Campos Colegial

Robert se limitó a decirle a la señora que no tenía explicación a lo ocurrido, además su especialidad era la medicina y varias de sus especialidades, como la iridología y acupuntura.

Es de anotar que Maureen Luz, acudió a la cita, le reviso su iris y diagnosticó de inmediato, tenía lo que ahora se conoce como triglicéridos, muy altos; el aseguraba que este desorden se presenta con mayor frecuencia desde que se popularizó el uso de las neveras. Le recetó un jarabe que el mismo preparaba en la trastienda del negocio y que resultó ser un excelente medicamento que la mantuvo en excelentes condiciones hasta cuando Robert abandonó definitivamente este planeta. 

Antes de concluir este relato, me viene a la memoria un episodio ocurrido también en Barrancabermeja, que ilustra con claridad cómo las acciones del pasado terminan volviendo, de una forma u otra, a quienes las sembraron.

Una señora de buena posición social tenía a su servicio una joven humilde, de origen campesino, que su propia hija había llevado a la casa para que la ayudara con los oficios domésticos. La muchacha era sencilla, trabajadora y silenciosa, pero nunca fue del agrado de la patrona. Desde el primer día, le mostró indiferencia, un trato distante y, a veces, hasta humillante. No había una razón clara. Quizá su pobreza. Tal vez sus modales. 


35

                         Cosechás lo que Sembrás                       Carlos Campos Colegial

O simplemente la falta de afinidad. Lo cierto es que aquella mujer nunca la aceptó como parte de su entorno.

Un día, sin previo aviso y con una actitud tajante, la señora acusó a la joven de haberle robado unas medias de sus hijos menores. Era un objeto sin mayor valor, pero lo suficiente para levantar una calumnia. Exigió a su hija que la despidiera de inmediato, sin darle derecho a explicarse, sin una investigación, sin una pizca de humanidad. La joven se marchó llorando, humillada y sin comprender por qué había sido tratada de ese modo tan cruel.

Pasaron menos de dos años cuando la vida dio su giro inevitable. La misma hija que había llevado a la muchacha a casa y que, obedeciendo a su madre, la despidió injustamente, se vio envuelta en un escándalo de corrupción dentro de la empresa en la que trabajaba. Fue denunciada penalmente, imputada por la Fiscalía y condenada a varios años de prisión. Pasó una temporada en la cárcel de mujeres de la ciudad y, posteriormente, terminó su condena en prisión domiciliaria. Cumplido el castigo, decidió marcharse a Bogotá para rehacer su vida, lejos de las miradas que la juzgaban.

En una de las visitas a su hija mientras cumplía pena en la cárcel, la madre —la misma que años atrás había acusado falsamente a la joven— tuvo un encuentro inesperado. Mientras aguardaba en la sala de espera de la prisión, vio entrar a una mujer joven, elegante, segura de sí.

36

                         Cosechás lo que Sembrás                        Carlos Campos Colegial

Se trataba de aquella muchacha a la que había despedido injustamente. No estaba allí como reclusa, ni como visitante común. Llevaba unos documentos que debía firmar su hermana, quien trabajaba como guardiana del penal. Ambas cruzaron miradas. La antigua empleada la reconoció de inmediato, pero no hubo reproche ni palabra alguna. Se limitó a saludarla con respeto, como quien no guarda rencor. Más aún, antes de irse, la joven se acercó discretamente a su hermana y le recomendó tratar con consideración a la señora, sin mencionar jamás lo sucedido en el pasado. Un gesto que, sin duda, refleja nobleza y entereza.

Una vez más, la vida devolvía una lección. Una prueba más de que, como dice el viejo refrán: "La cosecha siempre es del mismo género que la siembra, y nadie puede cosechar lo que no ha sembrado."

Otro caso aún más representativo ocurrió con doña Catalina, una mujer fuerte, orgullosa, que en su juventud mantuvo un enconado conflicto con una de sus cuñadas, oriunda de Valledupar. Aquel altercado, cuyo motivo exacto con el tiempo se fue desdibujando, dejó una huella profunda en el carácter de doña Catalina. Desde entonces, alimentó un rencor férreo no solo hacia su cuñada, sino hacia todo aquel que fuera oriundo de esa región. 

37

                       Cosechás lo que Sembrás                       Carlos Campos Colegial

Años enteros vivió despreciando a los vallenatos sin razón más allá de su odio antiguo. Era un prejuicio enquistado, visceral, que no admitía matices.

El destino, sin embargo, comenzó a trazar su propia ironía. Doña Catalina tuvo tres hijas y un hijo. La única hija que se casó, lo hizo con un hombre nacido en Valledupar. Su hijo —el favorito, el consentido— tuvo una hija con una abogada vallenata. Así fue como, sin buscarlo, los seres más importantes de su vida resultaron estar vinculados a esa tierra que tanto despreciaba: su única nieta y su nieto más querido eran hijos de vallenatos.

Los años pasaron, y con la vejez vinieron las enfermedades, la soledad y las limitaciones físicas. De sus hijos, la única que podía hacerse cargo de ella vivía, curiosamente, en Valledupar. No tuvo más opción que trasladarse a su casa. Así, la mujer que durante décadas juró jamás pisar esa tierra, terminó viviendo sus últimos años rodeada de ese mismo acento, esa cultura y esa gente que había rechazado con tanto ahínco.

Y allí, en esa ciudad que nunca quiso conocer, terminó por morir. Sus cenizas reposan hoy en una cripta de una iglesia tradicional en el centro de Valledupar, custodiadas por la misma comunidad que tanto despreció.

Pero la historia tiene un giro final aún más revelador. Durante su estancia en Valledupar, su cuñada —la misma con la que tuvo aquel desencuentro en su juventud— regresó a la ciudad tras quedar viuda y pensionada. 

38

                        Cosechás lo que Sembrás                       Carlos Campos Colegial

Años después de todo, sin rencores ni reproches, comenzó a visitarla con frecuencia. Doña Catalina, ya en su vejez, no tuvo más remedio que aceptar su presencia. En sus ojos no había más odio, pero tampoco reconciliación abierta. Solo resignación.

Lo más conmovedor es que esa misma cuñada, de quien Catalina había guardado tanto desprecio, fue la persona que la acompañó en sus últimos instantes. Doña Catalina murió una noche, tranquila, entre los brazos de aquella mujer a quien nunca logró perdonar. Y lo más irónico: su cuñada jamás supo del odio que Catalina le guardó toda la vida. Para ella, solo existía el cariño de una hermana política, la gratitud del tiempo compartido y el deseo sincero de brindarle compañía en su soledad.

Para mí, estos dos episodios no son simples coincidencias. Son la más clara muestra de que la vida, tarde o temprano, devuelve lo que uno entrega al mundo. Porque no hay siembra sin cosecha. Y porque, en definitiva, "Cosechás lo que sembrás."

Julián Restrepo había aprendido, desde muy joven, que el mundo no premiaba al más justo, sino al más astuto. Creció en una casa donde la apariencia lo era todo: la casa limpia, los saludos perfectos, las sonrisas a tiempo… y los secretos bien enterrados. Su padre siempre decía: "En esta vida, hijo, el que no corre, vuela. Y el que no se adelanta, se queda viendo el tren pasar."

39

                        Cosechás lo que Sembrás                        Carlos Campos Colegial

A Julián esas palabras se le tatuaron en el alma.

No era un mal hombre. No al principio. Era simplemente práctico. Estudió administración, se movió entre becas y contactos, y a los treinta ya era gerente de desarrollo en una empresa tecnológica emergente. Tenía buena labia, buenos trajes, y una mirada calculadora que muchos confundían con ambición sana.

Allí conoció a Clara. Una ingeniera brillante, discreta, de ideas claras y sin afán de figurar. Julián la admiraba, aunque en secreto le incomodaba esa inteligencia tan natural, tan serena. Él debía esforzarse para brillar, ella simplemente hablaba y el ambiente se ordenaba.

Una noche, trabajando juntos en la oficina, Clara le confió su idea: una plataforma que integraría varios servicios de la empresa, con un algoritmo que predecía la demanda del cliente con alta precisión. Julián la escuchó atento. Ella hablaba con confianza, como quien cree que el otro respeta lo compartido. Él asentía, tomaba notas mentales. La idea era buena. Demasiado buena.

—¿Ya se la mostraste a Javier? —le preguntó Julián, refiriéndose al director general.
—Aún no. Quiero pulirla un poco más. Tal vez la próxima semana.
—Perfecto. Avísame, me encantaría acompañarte.

40

¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar